El drama del sector hotelero
8-Mayo-2021.- Han transcurrido ya catorce meses de pandemia. Catorce meses eternos que han dado un giro de 180º a nuestra forma de vivir y, por ende, de entender la vida. La Covid19 ha arrastrado a su paso innumerables vidas, proyectos e ilusiones. Ningún negocio ha conseguido escapar sin daños, aunque, como en todas las situaciones, unos se han visto más afectados que otros.
Es el caso del sector hotelero, tal vez, el más olvidado en estos meses de inevitable sufrimiento. La diferencia entre los veranos pre y post – pandemia es agonizante. Entre julio y septiembre de 2020, la industria hotelera española ganó 40.000 millones de euros menos que en 2019. Un dato esclarecedor que refleja la gigantesca crisis que asola a uno de nuestros ámbitos más importantes, no solo económicamente, sino también socialmente, pues hay infinidad de trabajadores y vidas detrás de este dato. Es por ello que una de las reivindicaciones principales de las asociaciones hoteleras es que los cierres perimetrales desaparezcan en aras a que la movilidad nacional e internacional permita un flujo económico de reactivación turística para que los datos, aunque lejanos de los conocidos en periodos estivales pre Covid, puedan dar un cierto respiro a un sector que presenta una realidad preocupante.
En los últimos diez años, el sector hotelero ha crecido una media de un 7%, atrayendo a casi 84 millones de turistas al año (solo por detrás de Francia), ha creado millones de puestos de trabajo y ha conseguido que el gasto turístico alcance los 91.900 millones de euros. En Castilla y León, que en 2020 representó casi el 6% del PIB de la región, sigue la misma tónica que España, ya que se han cerrado el 40,3% de los establecimientos hoteleros de la comunidad con 3.700 puestos de trabajo menos. Una realidad que arroja cifras ingentes que demuestran el poder y calidad que albergan Castilla y León y España para vender su producto premium: el turismo único en el mundo.
Sin embargo, la empresa hotelera es en la que menos se conoce la incidencia provocada por las prohibiciones de movilidad de la Covid-19. La realidad es que al no haberse cerrado los establecimientos hoteleros estos han pasado inadvertidos para la opinión pública, pero lo cierto es que la prohibición de desplazamientos hace que los hoteles estén vacíos con consecuencias económicas nefastas en donde la falta de ingresos no cubre los altos costes fijos existentes, además de originar una inestabilidad emocional de los trabajadores al estar, en el mejor de los casos, en ERTE, o la no contratación de trabajadores fijos discontinuos debido a la estacionalidad del negocio.
Sin embargo, ahora toca reinventarse, pero no vale hacerlo de cualquier forma. Para empezar, se debe reforzar la colaboración público privada y garantizar la ampliación de los ERTE, la construcción del Fondo para el Apoyo de la Solvencia de Empresas Estratégicas (SEPI), las moratorias a los préstamos ICO y el despliegue del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.
Pero para que el sector pueda respirar, imprescindible este verano, el Gobierno debe garantizar la vacunación y la instauración de un certificado COVID que permita la llegada de turistas. Es indispensable que la campaña de vacunas coja un ritmo de crucero para inmunizar a la población nacional, de tal forma que el certificado COVID pueda añadir seguridad al turismo extranjero.
Evidentemente, no todas las medidas para resucitar el sector dependen del Gobierno. Cada cadena hotelera; cada hotel particular; cada empleado debe ofrecer un producto de calidad, que garantice la seguridad sanitaria y cumpla con las nuevas iniciativas que, en los próximos años, se convertirán en fundamentales. De esta forma, la sostenibilidad, la digitalización, la economía circular, la eficiencia energética, la construcción sostenible, la transformación de destinos o la disminución de la huella de carbono serán vitales para que nuestro sector hotelero crezca, no solo a niveles anteriores a la pandemia, sino en un grado mayor, garantizando turismo de la Región y logrando la estabilidad de muchas empresas familiares que llevan en su ADN el negocio de la hotelería y que transmitirán a las nuevas generaciones de hoteleros castellano y leoneses.
En definitiva, la creación de unos “corredores turísticos” con todas las garantías sanitarias y con dos objetivos claros: que los turistas tengan plena confianza de estar protegidos en su salud y en segundo lugar que los operadores turísticos no hagan un cambio de destinos que origine un cambio de gustos y preferencias de ocio del ciudadano, tanto nacional como extranjero, provocando la inviabilidad y cierre de cientos de establecimientos, muchos de ellos familiares, que pasarían, en el mejor de los casos, a manos de fondos extranjeros, deslocalizando el sector hotelero de Castilla y león y, por supuesto, de España.
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Juan Carlos De Margarida
Decano – presidente Colegio Economistas Valladolid, Palencia y Zamora.