¿En qué consisten los ‘zombis’ y ‘fantasmas’ del mundo empresarial?
28 de Octubre 2024
En el mundo de la empresa, los ‘zombis’ y los ‘fantasmas’ representan dos tipos de entidades que, aunque diferentes, comparten la capacidad de generar distorsiones —y, a menudo, problemas— en la economía.
En primer lugar, una empresa zombi es aquella que, a pesar de encontrarse operativa y tener actividad económica, no es capaz de generar los ingresos suficientes para cubrir sus obligaciones financieras. Estas empresas sobreviven solo porque los bancos y entidades financieras las mantienen a flote refinanciando constantemente sus deudas. Es decir, generan el dinero justo para cubrir los intereses de sus préstamos, pero no el capital necesario para pagar la deuda en sí. Este tipo de corporaciones puede mantenerse activa durante largos periodos de tiempo, aprovechando las bajas tasas de interés y otras condiciones financieras favorables. Sin embargo, las empresas zombi tienden, en cierto modo, a afectar negativamente la economía al ocupar recursos que podrían utilizarse de manera más eficiente en compañías más dinámicas y productivas.
Por otro lado, existen las empresas fantasma. También conocidas como empresas pantalla, son entidades que no tienen actividad económica real. No cuentan con empleados ni producción de bienes o servicios, y su existencia es meramente documental. Estas empresas, que tan solo figuran “sobre el papel” suelen crearse con fines fraudulentos, como la evasión de impuestos, el blanqueo de capitales o la ocultación de transacciones financieras ilícitas. Un caso frecuente es el uso de empresas fantasma para desviar fondos o canalizar inversiones opacas, donde el propósito no es operar como una empresa genuina, sino más bien funcionar como un vehículo para transacciones fuera del radar fiscal. Este tipo de empresas puede generar graves problemas tanto a nivel fiscal como legal, ya que erosionan la base impositiva de los países y, frecuentemente, desvían recursos hacia actividades ilícitas.
Desde un punto de vista económico, tanto las empresas zombi como las fantasma pueden llegar a ser motivo de preocupación. Las empresas zombi, aunque operativas, contribuyen a un entorno de baja productividad e innovación. Al vender productos o servicios a precios bajos solo para mantenerse a flote, pueden distorsionar la competencia y sofocar a las empresas más productivas. Además, su dependencia de la refinanciación constante de deuda genera ineficiencias en los mercados de capital, absorbiendo financiación que podría ser destinada a empresas rentables con proyectos innovadores. Por otro lado, las empresas fantasma, al no tener una presencia real en el mercado, afectan directamente a los ingresos fiscales de los países y contribuyen a la desigualdad, permitiendo que individuos y corporaciones eludan sus responsabilidades fiscales.
Tanto las empresas zombi como las empresas fantasma llegan a impactar sobre la economía de forma negativa, aunque de maneras distintas. Las primeras frenan la innovación y la productividad, mientras que las segundas socavan la integridad del sistema financiero y fiscal. Solo a través de una mayor transparencia y eficiencia en el mercado será posible minimizar su impacto negativo y fomentar un entorno económico más saludable.