Gig Economy

16 de junio 2025

 

La ‘Gig Economy’, un modelo de economía que pone el foco sobre los trabajos esporádicos, ha emergido recientemente como un modelo laboral dominante en la última década, impulsado por plataformas digitales como Globo, Uber, Airbnb y Upwork. Este sistema se caracteriza por la realización de tareas temporales o proyectos específicos, permitiendo a los trabajadores ofrecer sus servicios de manera flexible, sin los compromisos de un empleo tradicional. Si bien esta modalidad ofrece ciertas ventajas, como la libertad de horarios y la posibilidad de trabajar en múltiples proyectos de forma prácticamente simultánea, también acarrea desafíos importantes que afectan tanto a los trabajadores como al entorno económico.

 

Uno de los aspectos más atractivos de este sistema de trabajos por encargo es la flexibilidad que otorga a quienes participan en ella. Los profesionales pueden decidir cuándo y dónde trabajar, facilitando una mejor conciliación entre la vida personal y profesional. Además, este modelo laboral permite acceder a un mercado global, ofreciendo oportunidades a personas con habilidades específicas sin las limitaciones geográficas habituales. Para las empresas, representa una forma eficiente de reducir costes, ya que pueden contratar a profesionales solo cuando los necesiten, sin tener que asumir los desembolsos asociados a un empleo permanente.

 

Sin embargo, la ‘gig economy’ también tiene sus desventajas: uno de los principales problemas es la precariedad laboral. Los trabajadores independientes a menudo carecen de los beneficios sociales que acompañan a un empleo convencional, como seguros médicos, pensiones, y días de descanso remunerados. Esto los deja en una situación de vulnerabilidad frente a imprevistos, y los ingresos inestables pueden dificultar la planificación financiera a largo plazo. Muchos de estos trabajadores se ven obligados a realizar múltiples tareas para asegurar un ingreso suficiente, lo que puede resultar en una carga excesiva y menor calidad de vida.

 

En el ámbito laboral, esta modalidad ha transformado las relaciones entre empleadores y trabajadores. La reducción de empleos permanentes y el aumento de trabajos temporales han cambiado la naturaleza del mercado laboral, generando desafíos en la regulación y protección de los derechos laborales. Las empresas, al externalizar funciones, pueden evitar los costes asociados a las relaciones laborales tradicionales, pero esto también contribuye a una preocupante erosión de la estabilidad laboral y la seguridad de los trabajadores.

 

Internet ha sido, sin duda, el motor de este cambio, al haber facilitado la conexión rápida y eficiente entre quienes ofrecen servicios y quienes los demandan por medio de aplicaciones y otras plataformas. Sin embargo, esta dependencia tecnológica también plantea cuestiones sobre la privacidad de los datos, la concentración de poder en manos de unas pocas plataformas digitales, y la posible explotación de los trabajadores, que a menudo tienen poca capacidad de negociación frente a estas grandes empresas.

 

Económicamente, la ‘gig economy’ ha dinamizado el mercado, permitiendo una mayor innovación y adaptación rápida a las necesidades cambiantes. Sin embargo, también puede acentuar las desigualdades, ya que mientras algunos trabajadores con habilidades específicas prosperan, otros quedan relegados a empleos mal remunerados y sin perspectivas de desarrollo.