La hostelería, otra vez con “la soga al cuello”

11-Abril-2021.- Ya ha pasado algo más de un año desde que comenzó esta pesadilla. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que la Covid19 ha cambiado nuestra vida y la forma de enfocarla en 180º. Si bien es verdad que la pandemia ha afectado, tanto social como económicamente, a todos los sectores, es imprescindible dejar claro que, principalmente, se ha ‘cebado’ con la hostelería.

El Gobierno de la comunidad, con los números de incidencia en la mesa deja abiertos los gimnasios, por la evidencia científica sobre lo positivo del ejercicio físico, y los centros comerciales. No así el interior de la hostelería, que se ve obligada a cerrar por dentro con nuevas pérdidas que, en muchos casos, pueden suponer el cierre definitivo del negocio.

Ante la ineficacia del Gobierno para ayudar a bares y restaurantes, muchos establecimientos se ven abocados a hacer cuentas para mantener a la plantilla, volver a acogerse a un ERTE o, en el peor de los casos, cerrar su local. Esto es debido a que el sector hostelero tiene una fragilidad que se acrecienta en momentos de crisis, ya que tiene debilidades que le hacen vulnerable: su alta fragmentación en muchos pequeños negocios (80% negocios con menos de 3 empleados); opera con márgenes de beneficios muy bajos; negocios con poca liquidez para poder hacer frente a periodos de inactividad; y una alta rotación del personal que hace crear inestabilidad constante.

Además, ante esta realidad, los cierres de la hostelería están generando un grave impacto en el sector servicios. Hay autónomos y empresarios que ya han “bajado la persiana” de forma indefinida por la imposibilidad de hacer frente a los pagos. Asimismo, las consecuencias de estos cierres arrastran consigo a muchas víctimas colaterales como son los proveedores y suministradores de materias primas. Un engranaje que concentra a cientos de empresas que generan a su vez miles de puestos indirectos de trabajo como son las empresas de distribución de alimentación y bebidas, las que están especializadas en la logística, los productores de servilletas y mantelería textil o celulosa, de productos de limpieza, fabricantes de mobiliario para bares y restaurantes o mayoristas que comercializan con champús, geles y otros productos que se encuentran en los hoteles e, incluso, las lavanderías industriales que mantienen el lavado y planchado de la lencería.

Por lo tanto, es imprescindible llegar a todos los autónomos o empresas afectadas en el ámbito de la hostelería con ayudas directas y con medidas extraordinarias. Soluciones como las ayudas a la hora de colocar las terrazas a negocios que, en años normales no suelen tener, ayudan sin duda a todos ellos, pero no a todos, puesto que hay una cantidad notable de establecimientos que no cuentan con espacio suficiente para poner sillas y mesas y salvar, de esta forma, su viabilidad. La realidad es que se necesitan ayudas directas para poder sobrevivir ante la falta de actividad. Una falta de actividad que no genera ingresos y que, sin embargo, sigue haciendo frente a unos costes fijos que “se comen” los pocos ahorros que se tienen, y que no dan para muchos meses.

Es del todo necesario abrir los negocios y no volver a cerrarlos. Para ayudar a ello quizá se necesite potenciar la vigilancia dentro de los locales, para que se cumplan todas las reglas, pudiendo ser una solución que permita, al menos, abrir cierto aforo y que posibilite de esta forma el sostenimiento del negocio hostelero.

Sin embargo, la responsabilidad del ciudadano no queda solo en opinar sobre las leyes; los cierres; las medidas económicas… en la conciencia de cada individuo debe primar el cumplir escrupulosamente cada medida sanitaria, con el fin de asegurar la salud y la vida del prójimo. La conducta incívica no hace sino perjudicar de forma notable el momento en el cual nos encontramos. También hay que tener en cuenta que la responsabilidad del gestor político es el actuar con sentido común, sin sobreactuaciones y, por supuesto, sin crear incertidumbre, concienciando a los ciudadanos y formándoles a la hora de proteger tanto a las personas como a la economía, que es la que hace que lleguen los ingresos mensualmente a las familias.

Saltarse las medidas o bien tener sobreactuaciones supone, sin ningún tipo de duda, volver a potenciar una curva que termina como una “soga al cuello” de la hostelería en donde los negocios, muchos de ellos familiares, y los empleos terminan por desaparecer.

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Juan Carlos De Margarida
Decano-Presidente del Colegio de Economistas de Valladolid, Palencia y Zamora (ECOVA)