La nueva Ley Celaá: Ahondando en el mediocridad española en educación

El pasado mes de noviembre se aprobó en el Congreso de los Diputados, sin ningún tipo de consenso y casi podíamos decir que con nocturnidad y alevosía aprovechando el estado de alarma, el Proyecto de Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE), la nueva ley de educación que vamos a sufrir en los próximos años padres, alumnos y profesores, y que no ha contado ni siquiera con la opinión de los sectores a los que más les va a afectar su aplicación. El Gobierno negó la comparecencia ante la comisión de educación de los sectores afectados: profesores, centros educativos, padres, pedagogos, expertos y alumnos. En el mes de diciembre ha sido aprobada en el Senado siguiendo la misma tónica, dando la espalda al consenso educativo y provocando el rechazo de una gran parte de la comunidad educativa.

Incluso varios de los sindicatos de la enseñanza han mostrado su desacuerdo con esta ley. Ahora bien, ¿cuáles son en mi opinión las razones más poderosas para pensar que esta ley va a ocasionar un perjuicio mayor tanto a los alumnos como al tejido productivo de nuestro país a medio y largo plazo? Profundicemos en algunas de ellas.

 

La erradicación del castellano en territorios enteros.

La nueva ley propone que el castellano ya no sea lengua vehicular, y que sean las Comunidades Autónomas las encargadas de asegurar el derecho a recibir la enseñanza en castellano y en las lenguas cooficiales de cada territorio de acuerdo con lo que prevén la Constitución y los Estatutos de autonomía. Al finalizar la educación obligatoria, todos los estudiantes deberán alcanzar el dominio pleno y equivalente en la lengua castellana y en la lengua cooficial correspondiente.

Teniendo en cuenta los precedentes de erradicación del castellano en algunas Comunidades Autónomas, con sentencias incluso del Tribunal Constitucional, me temo que estas actitudes van a seguir produciéndose, e incluso profundizándose. Alguien podría pensar que el castellano ya se aprende en casa o en la calle, pero el problema es que va a ser muy difícil que los alumnos tengan acceso al registro culto de la lengua, ese que da las mayores ventajas en oportunidades laborales. A no ser que sus padres tengan una educación media-alta, esos alumnos siempre estarán en desventaja frente a otros que sí tengan ese tipo de educación. Tenemos la suerte que tener un idioma común que es el segundo en términos de personas que lo hablan como lengua materna y el tercero por número global de hablantes. Sería completamente inconsecuente perder esa ventaja sólo para satisfacer opciones partidistas.

Ataque a la escuela especial y concertada.

Es conocida la animadversión que el Gobierno tiene hacia toda forma de educación que no pueda ser controlada por el Estado. Por eso no es sorprendente el ataque sobre la escuela especial y la concertada .

El artículo 27.1 de la Constitución Española proclama que “todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza”. Es decir, que son los padres o tutores de los alumnos los que tienen la potestad de elegir la educación que consideren más oportuna para sus hijos, en virtud de la libertad otorgada por dicha carta magna. El problema es que cada vez se están restringiendo más las libertades para elegir el tipo de educación deseada, y se pretende que todos entren en un mismo molde, sin entender que cada persona es diferente y que pueden necesitar diferentes modelos y ritmos de trabajo. Al igual que se instituyeron con gran acierto los bachilleratos de excelencia para los alumnos con aptitudes y actitudes mayores que la media, también hay que pensar que hay alumnos que por necesidades especiales necesitan de centros y docentes especializados en su problemática específica. Y por ello es absolutamente incomprensible que se intenten vaciar y ahogar económicamente a los colegios de educación especial, que tantas ventajas tienen para los alumnos, -entorno adecuado, medios materiales, profesorado -, y pretendan integrarlos en los centros ordinarios, como podemos apreciar en la disposición adicional cuarta de esta Ley: “Evolución de la escolarización del alumnado con necesidades educativas especiales”.

No estamos hablando de alguien con problemas de aprendizaje como la dislexia o autismo leve, sino de personas que, por sus problemáticas específicas, no pueden seguir las clases normales ni con apoyos considerados tradicionales o clases especiales dentro de esos colegios, y que probablemente sigan necesitando este tipo de apoyos el resto de su vida. ¿De verdad queremos acabar con algo que funcionaba perfectamente por un supuesto canto a una inclusividad mal entendida?

La repetición como hecho excepcional

Siendo los problemas expuestos anteriormente graves, quizá el más sangrante sea la consagración de la cultura del mínimo esfuerzo como la directriz básica de esta nueva ley, para que por fin las altas tasas de abandono escolar no sean un problema para el Ministerio de Educación.

Para resolver este problema podíamos plantearnos dos opciones. La primera sería hacer un estudio de cuál es la causa del problema, modificar programas de estudios muy cargados de asignaturas accesorias y dar más importancia a las fundamentales, proponer itinerarios diferenciados para adecuar las capacidades e inclinaciones de los alumnos, reforzar las clases de apoyo para los niños y niñas en dificultades, etc., para que todos alcancen un núcleo de conocimientos y competencias comunes al finalizar la etapa obligatoria. Y la otra opción, finalmente elegida, es dar a entender que todos van a titular como graduados en ESO, por lo que el aprendizaje, la superación y es esfuerzo son cualidades accesorias, ya que la superación del curso para el alumno está asegurada, y aunque no sea así, como máximo con dos años más tendrá su título correspondiente, con lo que bajamos enormemente la tasa de abandono. ¿A que coste? Al coste de hacer que nuestros alumnos sean probablemente los peor preparados de Europa, excepto una minoría que por decisión propia o por apoyo de sus familias decida que el aprendizaje y el esfuerzo son lo suficientemente importantes para el alumno. Los demás alumnos tendrán un despertar amargo cuando accedan al mercado laboral y comprueben que en la vida real los aprobados y los títulos no se regalan, y que otros alumnos han aprovechado las oportunidades que se les han ofrecido. Y todo eso con el añadido de que estamos, queramos o no, en una sociedad globalizada, por lo que si nuestros alumnos no llegan al nivel exigido para los empleos del mañana, cada vez más tecnificados y especializados, otros países y otros estudiantes tomaran el relevo, dejando a España como una mera comparsa internacional en las industrias del futuro.

 

Conclusión

La formación y la capacidad de las nuevas generaciones son fundamentales para el desarrollo de un país, y el sistema educativo es pieza fundamental de este desarrollo. Un sistema que favorezca el esfuerzo, el aprendizaje y su integración con las estructuras productivas es un paso de gigante para aumentar la productividad y las oportunidades en la esfera internacional. Por el contrario, un sistema educativo que favorezca el igualitarismo por abajo, la consecución de títulos sin esfuerzo y la poca implicación en su estructura productiva, es una casi segura garantía de mediocridad en el mejor de los casos. La mejor inversión que puede hacer un país es en educación, por lo que debemos invertir en nuestro futuro. Una sociedad educada en libertad siempre será más productiva.

En palabras del catedrático Gabriel Tortella: “En 1960, Corea del Sur estaba aún reponiéndose de su terrible guerra civil, que tuvo lugar casi exclusivamente en su territorio, físicamente en ruinas. Sin embargo, medio siglo más tarde, Corea del Sur es un país rico, que ha dejado atrás a muchos países más desarrollados, como España. Corea del Sur, además de pobre de origen y destruida físicamente, estaba en 1960 sometida a una dictadura conservadora. En la senda del progreso económico, Corea del Sur, como España, se deshizo de la dictadura y adoptó la democracia. Tuvo dos bazas en su favor: La más importante, su capital humano: la convicción unánime de su población de que la educación era el único camino a la prosperidad. Hoy los españoles compramos tecnología coreana en automóviles, electrodomésticos, electrónica, telefonía, etcétera. Corea del Sur se ha convertido en una potencia económica, industrial y de servicios que nos ha dejado atrás. El sistema de educación coreano es un modelo internacional. Hoy Corea del Sur tiene tres universidades entre las 100 mejores del mundo y en conjunto siete entre las 200 mejores, según el Times Higher Education Ranking; según este mismo índice, España no tiene ninguna entre las 100 primeras y sólo tres entre las 200.”. No hay más preguntas, señoría.

Artículo de Inmaculada de la Torre de Diego 
Para Castilla y León Económica