Mirando al futuro

El desarrollo económico de Castilla y León depende del buen hacer de sus empresas; de su número y tamaño; de su competitividad y capacidad de generar resultados; de su decisión de reinvertir en el territorio. Las empresas pagan salarios, dividendos, facturas, impuestos y, tan importante como todo lo anterior, contribuyen mediante la reinversión al círculo virtuoso de mayor generación de empleo, mayor crecimiento económico y mayores ingresos fiscales. En definitiva, las empresas son el motor de la economía y el sustento del estado del bienestar.

Entre los condicionantes que facilitan ese buen hacer, destacaría i) la disponibilidad de empresarios que aporten ideas y proyectos y que asuman patrimonialmente el riesgo de llevarlos a término; ii) la disponibilidad de personal formado y capacitado que aporte su esfuerzo diario y su talento; iii) la voluntad y capacidad innovadora que permita hacer lo que otros no pueden o no saben y iv) el marco institucional que facilite la inversión, la financiación, el comercio y la innovación; que asegure una justicia rápida, una fiscalidad no confiscatoria y un orden legal estable que asegure los derechos de propiedad.

Todo lo dicho, hasta aquí, es lugar común para cualquier economía, regional o nacional. En el contexto español, Castilla y León ocupa posiciones intermedias en la mayor parte de indicadores económicos. Sin embargo, hay diversos factores diferenciales que conviene resaltar.

Como problemas específicos de nuestra Comunidad señalaría, en primer lugar, la gran extensión y dispersión de nuestro territorio, lo que conlleva costes muy elevados en la prestación de servicios básicos y dificulta la movilidad ciudadana y la interrelación entre empresas. En segundo lugar, la creciente despoblación y el envejecimiento relativo de nuestras personas. Vivimos una situación crítica, en este sentido, que no invita al optimismo. Por último, citaría la escasez de empresarios capaces de liderar nuestro desarrollo económico. Somos cuna de muchos servidores y funcionarios públicos, pero tenemos pocas personas preparadas con la suficiente chispa e ilusión emprendedora. Necesitamos mejorar la percepción pública de la labor social realizada por los empresarios y conseguir que nuestros jóvenes encuentren, en ellos, modelos de referencia.

Como ventajas competitivas frente al resto de España señalaría, en primer lugar, el carácter serio y laborioso de nuestras gentes, verdadero imán para la implantación de empresas. En segundo lugar, el buen nivel relativo de nuestra formación primaria y secundaria; no así el de la educación superior impartida por nuestras universidades. En tercer lugar, una mejor fiscalidad relativa, derivada de la nueva regulación del Impuesto de Sucesiones y Donaciones y a la espera de la supresión del lacerante Impuesto sobre el Patrimonio. En cuarto lugar, una mayor estabilidad institucional, derivada de nuestra mayor facilidad para el entendimiento y nuestra aversión a las posiciones maniqueas. Por último, citaría como ventaja competitiva el patrimonio histórico y cultural de Castilla y León y, singularmente, el potencial económico de nuestra lengua.

A la hora de destacar uno solo de los factores de competitividad, elegiría, sin duda, el cuidado y reforzamiento de la formación de nuestros jóvenes. Incidiría, decididamente, en la defensa de un modelo de calidad educativa capaz de aportar a nuestros jóvenes conocimientos, capacidades transversales y valores basados en la libertad ciudadana y no en la uniformidad de pensamiento. Un deseo que suena a quimera cuando se confronta con la reciente ley educativa aprobada en el Congreso. Impulsaría, igualmente, la transformación de nuestras universidades, atajando su insoportable endogamia y modificando el modelo de gobernanza; los dos cánceres que la mantienen en estado terminal. Es, también, necesario que jueguen un papel más activo como soporte a la innovación de las empresas.

Precisamos, más que nunca, de líderes capaces de enfrentar los problemas; no de ocultarlos. Dirigentes que eviten el humo edulcorado de un engañoso presente y nos abran a un futuro real de esperanza.

 

Gerardo Gutiérrez

Presidente - Investigación y Control de Calidad S.A