Modelo de trabajo 996: Entre la ambición empresarial y el desgaste
1 de Diciembre 2025
El modelo de trabajo conocido como ‘996’ hace referencia a una jornada laboral que se extiende de 9:00 de la mañana a 21:00 horas, seis días a la semana, lo que supone un total de setenta y dos horas semanales. Su origen y mayor implantación se encuentran en China, particularmente en sectores de rápido crecimiento como la tecnología, el comercio electrónico o el desarrollo de startups.
Este esquema ha sido defendido por algunas figuras empresariales de renombre, entre ellas Jack Ma, fundador de Alibaba, una de las principales multinacionales tecnológicas chinas, quien lo calificó como una oportunidad y un privilegio para quienes aspiran a un gran éxito profesional. Para sus partidarios, el 996 representa una filosofía de compromiso total con los objetivos corporativos, concebida como una vía para alcanzar metas ambiciosas en entornos sumamente competitivos.
Las principales características de este modelo incluyen una disponibilidad casi absoluta del trabajador, una dedicación intensa y prolongada a proyectos y tareas, además de una cultura empresarial en la que se valora la entrega personal como signo de lealtad y ambición. Se aplica sobre todo en industrias donde la velocidad de ejecución y la innovación constante son claves, como la programación, el desarrollo de software, el marketing digital o la logística de alto volumen. En estos ámbitos, la presión por entregar resultados rápidos y diferenciarse de la competencia ha llevado a adoptar esquemas como el 996, que prometen mayor productividad a corto plazo.
Entre los beneficios que algunos atribuyen a este sistema está la posibilidad de obtener ingresos superiores gracias a horas extra remuneradas o bonificaciones por cumplimiento de objetivos. Además, la exposición intensiva a desafíos profesionales puede acelerar el aprendizaje y permitir al empleado adquirir una amplia experiencia en poco tiempo. Para las empresas, este modelo puede significar una ventaja competitiva, ya que permite concentrar esfuerzos en plazos muy ajustados y responder de forma más ágil a las demandas del mercado. En contextos de expansión acelerada, este nivel de implicación laboral puede facilitar el lanzamiento de productos o la conquista de nuevos segmentos.
No obstante, las desventajas y riesgos son sustanciales. Desde la perspectiva de los trabajadores, la prolongada exigencia física y mental aumenta el riesgo de estrés crónico, agotamiento, problemas de sueño y enfermedades cardiovasculares —llegando en casos extremos al ‘karōshi’, que es como se denomina en Japón a la muerte provocada por el exceso de horas de trabajo—. Además, el desequilibrio entre la vida profesional y personal conduce con frecuencia a una pérdida de tiempo de calidad con familia y amistades, y a una disminución de la motivación a largo plazo.
Por otro lado, para las empresas, aunque puedan obtener beneficios inmediatos el coste humano se traduce en una mayor rotación de personal, caída de la productividad sostenida por fatiga y una reducción de la capacidad creativa e innovadora. Asimismo, existe el riesgo de dañar la reputación corporativa y de enfrentarse a problemas legales, especialmente en países con regulaciones estrictas sobre la jornada laboral.
Si bien este sistema puede ofrecer ventajas puntuales en términos de rapidez y compromiso, su sostenibilidad es dudosa tanto para las personas como para las organizaciones. La experiencia muestra que el desgaste físico y emocional que provoca termina erosionando el rendimiento y el talento que pretende fomentar. El debate que genera no es solo una cuestión de horarios, sino de cómo se concibe el valor del trabajo y de si es posible equilibrar el impulso empresarial con el bienestar humano en el siglo XXI.
