REFLEXIÓN CARLOS MORO
Vivimos una época de profunda transformación a nivel global, marcada por cambios geopolíticos, avances tecnológicos disruptivos y nuevas tendencias de consumo. La reconfiguración del poder mundial, con la consolidación de tres grandes potencias y un reajuste en el liderazgo estadounidense, está alterando los equilibrios estratégicos a nivel internacional. Europa, en este nuevo escenario, está redefiniendo su posición comercial, adoptando una postura más competitiva y distanciándose de la anterior colaboración estrecha con Estados Unidos.
A esta dinámica se suma la creciente influencia de China como potencia emergente, así como los desafíos derivados de conflictos como la guerra en Ucrania y las tensiones con Rusia. Estos factores confluyen para dar forma a una nueva realidad estratégica y política que impacta a Europa y al resto del mundo, exigiendo una adaptación constante y una visión estratégica a largo plazo por parte de las naciones.
Paralelamente, la revolución tecnológica está en pleno auge, con el desarrollo exponencial de la inteligencia artificial, la aparición de nuevas tecnologías y materiales, así como las nuevas fuentes de energía renovables y una transformación en los patrones de consumo, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Estas nuevas dinámicas están redefiniendo las preferencias y demandas del mercado global, obligando a las industrias a innovar y adaptarse rápidamente para mantenerse relevantes. La preocupación por el cambio climático y la sostenibilidad marcan también las tendencias de personas y mercados.
En este contexto de cambio, el sector vitivinícola, un sector tradicional con gran peso económico y cultural en muchas regiones, está experimentando transformaciones significativas. Se observa una tendencia a la disminución del consumo de alcohol entre los jóvenes, lo que está impulsando la diversificación de la oferta con productos como vinos bajos en alcohol y sin alcohol, así como con otros productos como el azúcar, la carne o las harinas; respondiendo a las nuevas preferencias y estilos de vida de los consumidores. Esta evolución del mercado global exige que países como España estén alerta y adapten sus estrategias para mantener su competitividad en el ámbito internacional, garantizando así el bienestar social y el desarrollo económico de sus ciudadanos.
El sector vitivinícola de Castilla y León, con sus prestigiosas denominaciones de origen como Ribera del Duero, Rueda, Cigales y Toro, entre otras, es un claro ejemplo de cómo una industria arraigada en la tradición puede evolucionar y adaptarse a los desafíos globales. Este sector trasciende su mera dimensión económica regional para convertirse en un símbolo de identidad y dinamismo en un contexto mundial en constante cambio. Bodegas Familiares Matarromera, con su amplia presencia en la región (Matarromera, Emina, Cyan Valdelosfrailes…), ilustra la profunda conexión entre el vino, el territorio y la comunidad local con la modernidad y huevos hábitos de consumo con los vinos sin alcohol Win y Sonríe
Esta actividad económica clave fija población, genera empleo y dinamiza la economía local, desempeñando un papel crucial en la lucha contra la despoblación que afecta a numerosas áreas, tanto a nivel nacional como europeo.
Sin embargo, la realidad económica de Castilla y León, y de muchas regiones europeas con una fuerte dependencia de sectores primarios, se enfrenta a desafíos estructurales significativos. El envejecimiento de la población y la emigración de talento joven hacia zonas con mayores oportunidades laborales son problemáticas comunes en un mundo cada vez más globalizado y competitivo, donde la movilidad y las expectativas profesionales son elevadas. La dependencia de sectores tradicionales, aunque de alta calidad y arraigo como la agricultura, la ganadería y, por supuesto, el vitivinícola, puede limitar la diversificación económica y la capacidad de adaptación a un mercado global en constante evolución y sujeto a rápidas transformaciones.
Ante este panorama, la apuesta decidida por la innovación, la digitalización y la modernización del tejido empresarial se presenta como una estrategia fundamental y una necesidad imperante a nivel global. El sector vitivinícola, en particular, se configura como una oportunidad y un desafío en este escenario de cambio. En definitiva, Castilla y León posee los recursos naturales, el conocimiento y la tradición cultural necesarios para transformar sus productos y servicios en referentes.
El vino, más que una bebida, es un símbolo de celebración, cultura y tradición, y representa una oportunidad única para reflexionar sobre el camino a seguir y construir un futuro próspero y lleno de oportunidades, no solo para los habitantes de Castilla y León, sino como un ejemplo de cómo las regiones con profundas raíces pueden florecer y prosperar en un mundo cada vez más interconectado y competitivo.
Carlos Moro González
Presidente de Bodegas Familiares Matarromera.
30/04/2025