Revenge Spending: Un fenómeno de consumo impulsado tras la privación
17 de marzo 2025
El término ‘revenge spending’, o “gasto por venganza”, es una forma de describir el comportamiento de los consumidores que, tras periodos de restricciones, se lanzan a gastar de manera impulsiva para compensar el tiempo perdido. Este fenómeno ganó relevancia a raíz de la pandemia de COVID-19, cuando millones de personas vieron cómo sus vidas quedaban en pausa, limitadas por confinamientos y restricciones económicas. Al levantarse estas barreras, se disparó el deseo de gastar, especialmente en bienes y servicios de lujo, ocio y experiencias personales. Pero, ¿qué implica realmente este comportamiento y cuáles son sus efectos?
El revenge spending surge, fundamentalmente, como una respuesta emocional. Durante períodos de privación, como una crisis sanitaria, económica o social, las personas —consumidores— experimentan una sensación de pérdida: no pudieron viajar, asistir a eventos o darse pequeños lujos. Como consecuencia, una vez recuperada cierta normalidad, buscan “vengarse” de esas carencias, gastando en aquello que no pudieron disfrutar. Este fenómeno tiene efectos evidentes en el consumo. Por ejemplo, tras la pandemia, sectores como el turismo y la moda de lujo experimentaron un repunte espectacular. Aerolíneas, hoteles y destinos turísticos agotaron reservas rápidamente, mientras que las marcas de alta gama registraron ventas récord. Una persona que no pudo celebrar un aniversario o unas vacaciones podría, tras meses de restricciones, gastar más de lo habitual en un viaje exclusivo o en una cena ostentosa.
Desde una perspectiva empresarial, el revenge spending puede ser toda una bendición. Para las empresas, especialmente aquellas que sufrieron durante periodos de baja demanda, este incremento en el consumo actúa como un salvavidas. La inyección repentina de ingresos permite recuperar pérdidas y acelerar la vuelta a la normalidad. Sin embargo, no todo es positivo. Este comportamiento puede generar picos de demanda que, aunque momentáneamente beneficiosos, son difíciles de mantener a largo plazo. Además, una demanda excesiva puede derivar en saturación de servicios, aumentos de precios y una experiencia insatisfactoria para los consumidores.
Desde el punto de vista de los consumidores, el revenge spending ofrece una sensación inmediata de satisfacción, pero puede conducir a problemas financieros si no se gestiona con cautela. El uso excesivo de crédito o el gasto en productos innecesarios pueden llevar a desequilibrios presupuestarios e incluso al remordimiento. Este fenómeno también plantea preguntas éticas y sociales: ¿es el gasto por venganza un reflejo de desigualdades económicas? No todos tienen la capacidad de participar en este tipo de consumo, lo que podría acentuar las diferencias sociales en momentos de recuperación económica.
Este hábito es una manifestación natural del deseo humano de recuperar lo perdido, pero como sociedad, debemos reflexionar sobre su sostenibilidad. Si bien puede servir como catalizador para ciertos sectores económicos, también expone las vulnerabilidades de un modelo de consumo basado en impulsos. Quizás la verdadera “venganza” no debería ser contra el tiempo perdido, sino contra hábitos que nos dejan insatisfechos a largo plazo.