Tecnofeudalismo: El poder de los magnates tecnológicos

22 de Septiembre de 2025

 

 

Tecnofeudalismo: El poder de los magnates tecnológicos

 

El tecnofeudalismo es un neologismo crítico empleado para describir la transformación de las relaciones de poder y explotación bajo el escudo de las grandes plataformas digitales.

Inspirado en la analogía con el feudalismo medieval, en el que los señores controlaban la tierra y los siervos aportaban su trabajo a cambio de protección, el tecnofeudalismo identifica a las corporaciones tecnológicas como “nuevos señores digitales” que prestan acceso a infraestructuras y datos, mientras usuarios, trabajadores de plataforma y pequeños emprendedores se convierten en siervos contemporáneos, atrapados en ecosistemas cerrados.

Si bien el término no figura en manuales de economía clásica ni cuenta con un respaldo institucional formal, su uso se ha extendido en círculos de teoría crítica y periodismo de opinión como herramienta para analizar las dinámicas de acumulación de valor basadas en la captura de datos y la dependencia algorítmica.

 

Entre las características más visibles de este nuevo fenómeno se encuentra el dominio de unas pocas empresas —los “señores tecnofeudales”— sobre infraestructuras esenciales como redes sociales, servicios en la nube y buscadores. Estas plataformas generan rentas no por la venta tradicional de bienes, sino por la gestión de datos y la intermediación entre oferta y demanda digital. La dependencia de los usuarios y de las pequeñas empresas se manifiesta en la necesidad de aceptar términos de servicio opacos, algoritmos de visibilidad cambiantes y modelos de comisiones que reducen drásticamente los márgenes de beneficios de quienes intentan competir en esos espacios. Al mismo tiempo, los trabajadores de plataformas de reparto o de transporte comparten un estatus de semiautónomos expuestos a riesgos y costes sin garantías laborales plenas, lo cual reproduce las relaciones de dependencia y servidumbre del pasado.

 

En este contexto, figuras como Elon Musk y Donald Trump ilustran el impacto geopolítico y macroeconómico del tecnofeudalismo. Musk no solo ejerce influencia a través de Tesla o SpaceX, sino también mediante la adquisición de Twitter (denominado X tras la compra y posterior transformación), donde la capacidad de moderar contenido y determinar qué información se amplifica adquiere valor estratégico global. Por su parte, la estrecha relación de Trump con la industria tecnológica durante su presidencia —representada en la presencia de directivos de Oracle y otros ejecutivos de Meta en actos oficiales como la investidura en enero de 2025— evidencia cómo el poder político y económico se entrelazan en la definición de marcos regulatorios y de inversión. Esta convergencia refuerza la posición de las plataformas como actores centrales en la economía mundial, capaces de influir en mercados, gobiernos y procesos electorales.

 

No obstante, el tecnofeudalismo también ha sido objeto de críticas desde distintas corrientes ideológicas. Para algunos liberales, la metáfora feudal distorsiona la naturaleza competitiva característica del mercado digital, donde surgen innovaciones constantes y nuevas empresas pueden desafiar a los gigantes establecidos. Sin embargo, sectores más radicales van un paso más allá al hablar de “capitalismo de vigilancia” o “neofeudalismo” para subrayar la dimensión de control social ejercida mediante la monitorización de comportamientos. En cualquier caso, la falta de oficialidad del concepto obliga a situarlo como una hipótesis interpretativa en disputa, más que como un diagnóstico cerrado.

 

Entre los beneficios potenciales del modelo tecnofeudal en lo meramente empresarial destacan la eficiencia en la provisión de servicios digitales o la reducción de costes de transacción para el usuario final. Las plataformas permiten acceder a una variedad de productos y herramientas con un solo inicio de sesión, y en ocasiones ofrecen servicios gratuitos que antes exigían grandes inversiones. Sin embargo, estas ventajas se contraponen a un debilitamiento de la autonomía empresarial y a riesgos para la privacidad y la libertad informativa. Además, la concentración de poder en unas pocas manos incentiva prácticas de censura algorítmica, discontinuidad de servicios y cambios unilaterales de condiciones que penalizan a los usuarios.

 

El tecnofeudalismo es, en esencia, un término que funciona como una lente crítica para examinar cómo las macroestructuras de poder en la era digital desplazan las antiguas relaciones capitalistas hacia esquemas de renta y dependencia (en cierto modo reminiscentes del feudalismo). Aunque el término carezca de estatus oficial, su capacidad para articular pensamiento crítico sobre propiedad, control y derechos en el ciberespacio lo convierte en una herramienta que invita a repensar nuestro contrato digital.