Un pensamiento al aire
29-Enero-2021.- Desde que se originó el primer confinamiento con la pandemia de la Covid-19 en el mes de marzo del pasado año, se ha originado un tsunami tanto a nivel social como económico. Se han producido situaciones sacadas de una película de ciencia ficción. El confinamiento de la ciudadanía; el aislamiento de las personas mayores en sus casas o en residencias sin ningún contacto familiar; el cierre masivo de empresas; la muerte de seres queridos sin despedida; la extenuación de los sanitarios ante una sanidad en “guerra”; pero, sobre todo, el miedo y la incertidumbre a no saber qué podía pasar.
En medio de este caos de salud, la actividad económica se ha visto golpeada hasta tal extremo que ha provocado consecuencias nefastas que tardarán muchos años en solventarse: la reducción de ventas de las empresas debiendo cubrir unos costes fijos considerables, los ERTE que han solucionado, de momento, el despido masivo de los trabajadores, el incremento de las deudas de las empresas a través de los préstamos ICO, la disminución de los ahorros y reservas de los empresarios para poder “capear” el temporal, la falta de ayudas directas y otros muchas realidades que han puesto en el “alambre” a toda una generación.
La verdad es que estas medidas estaban planificadas con la mirada puesta en un final, si no rápido, sí próximo, donde las nuevas “olas” pandémicas fueran cada vez menores en intensidad y en contagio. Pero, por desgracia, no ha sido así. Ni siquiera tenemos claro si las vacunas van a revertir la pandemia de forma gradual lográndose el llamado “efecto rebaño” hasta hacerla desaparecer o, al menos, reducirla a niveles no preocupantes.
En todo este caos las empresas se encuentran al límite de sus fuerzas, en un contexto en donde las miras están puestas en las ayudas comunitarias para poder solventar la continuidad y sortear la posible quiebra.
Los economistas siempre apostamos por la certidumbre y la buena gestión de los recursos para crear la confianza necesaria al objeto de que la actividad económica de un país o región pueda desarrollarse de una forma coherente y racional. Sin embargo, en el contexto actual, las dos variables “brillan” por su ausencia. La incertidumbre la están originando los continuos rebrotes de la Covid-19 que se encuentran descontrolados e inconexos en el tiempo. Todos ellos son predecibles, pero al mismo tiempo nos sorprenden sin estar preparados cuando surgen, tanto en el ámbito sanitario como en el económico. Esto nos lleva a pensar que existe una mala planificación y gestión de los recursos públicos y privados ante un nuevo rebrote de la pandemia de mayor intensidad, un parón en el suministro de vacunas o un retaso en las ayudas europeas.
Y a todo ello hay que añadir la falta de transparencia de la realidad existente al ciudadano. No es una cuestión de alarmar o no alarmar a la población sino de dar confianza de que lo que se está haciendo es lo correcto, sabiendo que todos somos humanos y que podemos equivocarnos. Esto, bien explicado, la sociedad lo entiende y lo comprende.
Por lo tanto, necesitamos grandes dosis de humildad para afrontar todo lo que nos viene a muy corto plazo; esfuerzo y constancia sin sobreactuaciones de nadie, con honradez y objetividad mirando por el bien general de la sociedad para poder lograr que la generación actual pueda sobrevivir a las realidades existentes, y, sobre todo, que las generaciones futuras logren tener al menos la misma calidad de vida y estado del bienestar que existía antes de la pandemia.
URL:https://intereconomia.com/noticia/finanzas/un-pensamiento-al-aire-20210129-2153/
Juan Carlos De Margarida
Decano-Presidente del Colegio de Economistas de Valladolid, Palencia y Zamora (ECOVA)